Marina Beltrame*

Hace más de quince años me dedico al mundo del vino pero antes, en los 90, ya trabajaba en gastronomía y me generaban mucha curiosidad las bodegas. Más de una vez viajé especialmente a San Rafael con el objetivo de conocer alguna y era imposible que me abrieran las puertas. Eran ámbitos cerrados, inaccesibles. En el año 94 estuve en Napa Valley y quedé impactada por el desarrollo del enoturismo en California: todas las bodegas tenían su espacio de degustación, actividades y merchandising. En Argentina ya empezaban importantes inversiones en el sector vitivinícola pero estábamos muy lejos de explotar ese otro costado de este negocio. El primero en abrir un restaurante en una bodega fue Francis Mallmann con 1884 en Escorihuela Gascón. Era el año 1996, así que fue un pionero y apuntaba más que nada a los extranjeros. En los últimos diez años el desarrollo a nivel culinario fue exponencial. Hoy en todas las zonas vitivinícolas del país casi no hay bodega que no tenga un restaurante o alguna actividad  gastronómica. Las visitas están a cargo de profesionales, la variedad de actividades es impactante y está a la altura de las grandes bodegas de Estados Unidos, Nueva Zelanda y Sudáfrica. Nosotros empezamos mucho más tarde pero hicimos un cambio rápido y hoy estamos igual o mejor que en esos países.

*Fundadora de la Escuela Argentina de Sommelier